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DON QUIJOTE DE LA MANCHA Obra escrita por la máxima figura de la literatura Española, Don Miguel de Cervantes Saavedra, presentada en una edición de lujo con ilustraciones del artista francés, Gustave Doré.
PRÓLOGO.
La Primera Parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, se imprimió en Madrid, a comienzos del año 1605, en casa de Juan de la Cuesta y editada por el librero Francisco de Robles e iba dedicada al Duque de Béjar. Aunque no se sabe el comienzo de su redacción, algunos indicios hacen sospechar que fue poco después de 1591, intercalando algunos fragmentos, sobre todo, los versos que Cervantes había escrito años antes.
Cuando apareció, Cervantes, nacido en Alcalá de Henares en 1547, había cumplido 57 años y la vida no se había mostrado en modo alguno generosa con él; pero su calidad intelectual y humana era tan grande que supo crear una obra única e insuperable, verdadero punto de partida de un nuevo arte del novelar. De ahí su éxito; en ese mismo año se publicaron dos ediciones en Madrid, otras tantas en Lisboa y Valencia y una en Barcelona. Esta Primera Parte consta de cincuenta y dos capítulos, distribuidos en la primera edición en cuatro apartados, que en ediciones posteriores no se siguieron, presentándose como un apartado único.
La Segunda Parte, más extensa, setenta y cuatro capítulos, apareció diez años después, en 1615, también en casa de Juan de la Cuesta. Un año antes (1614) un autor desconocido –con el pseudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda– cuya identidad todavía no se ha podido determinar, publicó una continuación apócrifa de la inmortal novela cervantina con el título de Segundo Tomo del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, en cuyo prólogo se despachó a gusto contra Cervantes. El héroe de Lepanto, debió de sentirse profundamente herido por el hecho, y por ello, remató rápidamente lo que le quedaba del libro a partir del capítulo LIX, imprimiendo algunas variaciones al plan prefijado en principio. Está dedicada al Conde de Lemos y como el mismo Cervantes escribe: puesto ya en el estribo del carruaje que me ha de llevar a la sepultura. Cervantes fallecería en Madrid el 23 de abril de 1616.
COMENTARIO.
Don Quijote de la Mancha es un loco rematado por culpa de los libros de caballerías. Esta es la chispa que enciende la novela y que va a engendrar como centro de interés, la más acérrima censura a los libros objeto de tal desatino; que, por otra parte, parece que tal desafuero, no era flor de un día en aquellos siglos XVI y XVII. Algunos críticos como Astrana Marín, han pretendido la existencia de un modelo real del Quijote, investigando en los personajes con el apellido de Quijada o Quijano que fueron vecinos de los pueblos manchegos de Esquivias o Argamasilla. Sea cual fueran las fuentes de inspiración para Cervantes, lo que no hay duda es que todo el desarrollo y madurez que le confieren las páginas de esta novela inmortal es de exclusiva creación cervantina y que fue concebida como una parodia contra toda la literatura caballeresca. Era un sentimiento común entre la sociedad literaria contemporánea de Cervantes la deformación grotesca de algunos héroes y temas de la literatura tradicional que fue aprovechada como nadie lo había hecho hasta entonces, en especial, del Entremés de romances, de un autor anónimo francés, escrito hacia 1591, del Amadís, del poema Orlado Furioso y de la novela catalana Tirant lo Blanch. Hacia esta última guardó el autor sumo respeto por la verosimilitud de los episodios, los destellos humorísticos y el estilo sencillo, hábilmente manejado en los diálogos.
PRIMERA PARTE.
En el Capítulo I asistimos a la presentación del personaje y las causas de su locura. Las armas del caballero, el caballo Rocinante y Dulcinea, la dama de sus sueños.
Tiene lugar la Primera Salida (Capítulos II-VI). Don Quijote es armado caballero en una venta. Después de algunas aventuras, en las que termina apaleado y molido, es recogido por Don Alonso, un vecino suyo, que lo lleva a casa. Mientras guarda cama. El cura y el barbero del lugar hacen escrutinio de los libros que hay en su librería y los queman casi todos.
Segunda Salida (Capítulos VII-LII). Cervantes que en principio quiso probablemente escribir una historia breve, se encariña con el tema y desea relatar una parodia teniendo presente el Amadís de Gaula. Resulta de gran importancia la introducción del escudero Sancho Panza, los diálogos de ambos, permiten saltar de un episodio al siguiente. El diferente modo de reaccionar ante los hechos, responde a dos modos de enfocar la realidad de forma que un personaje es como complemento del otro. En esta Segunda Salida, Cervantes incorpora temas y hechos ajenos al relato principal, que responden a modas literarias de la época. Esto da la sensación de un cierto desorden, pero no hay tal. En la estructuración de todo este material actúa como elemento ordenador de las distintas partes, La Venta.
SEGUNDA PARTE.
Más extensa que la primera, contiene sólo una salida. El marco de las aventuras se amplía geográficamente y varía en cuanto a la sustancia temática de ella. Esta parte, y también la obra, concluye con el regreso definitivo de Don Quijote. Totalmente definitivo, porque Don Quijote, derrotado, deja de existir como caballero andante y con ello se le va también la vida y la locura: “Vivió loco y murió cuerdo”.
El protagonismo del caballero y del escudero se agigantan en esta parte y Don Quijote adquiere una doble entidad: es un personaje de carne y hueso que, desde sus presupuestos idealistas, vive y actúa con notable discreción, inmerso en la realidad del mundo creado en la novela, y es también una figura literaria, emanada de su propia historia, que influye en la conducta de los demás.
CONCLUSIÓN.
En cuanto al Estilo, el Quijote es una síntesis de todos. Al pulsar Cervantes los más variados temas literarios de la época manifestaba su propósito de que su obra fuera completa. En ella se reúnen todos los estilos catalizados por su personalísima pluma. No es una obra de imitación, sino una hercúlea superación colectiva: así aparecen los estilos pastoril, picaresco, relatos moriscos, de caballerías, paisajístico - ecológicos, de protocolo, oratorio o de arte retórico clásico, epistolar, coloquial, jugosísimos diálogos profundamente psicológicos...
El Quijote, junto con La Celestina y el mito de Don Juan, son los tres arquetipos elevados a la categoría de universales de la literatura española. Sus lectores contemporáneos la consideraron una obra festiva, donde campeaban la gracia y el humor. Sin faltar una dosis de verdad a esta interpretación, con el paso de los años se ha ido destacando una profundidad psicológica que parece no tener fondo y que reflejaba la realidad de un Imperio Español, enfrascado en lances muy superiores a sus fuerzas que comenzaba a desintegrarse, minado por las constantes guerras, piratería inclusive.
La escena de los molinos de viento que Don Quijote toma por gigantes ha quedado como uno de tantos símbolos de la lucha ideal en pos de un imposible.
No es una obra para leer de un tirón porque ella misma encierra como una recopilación de historias, relatos, o pequeñas novelas, hay que irla paladeando episodio por episodio y si es necesario realizar cuantas relecturas sean necesarias.
En nuestra juventud ¿quién en algún momento no ha actuado o soñado con protagonizar al honrado manchego, el buenazo de Don Alonso Quijano? Es una lástima que en nuestra época de la cibernética y de los viajes espaciales, su espíritu idealista se haya ido diluyendo... Otro gallo nos cantaría si hubieran más soñadores... si no se olvidara en definitiva, el espíritu quijotesco.